martes, 8 de marzo de 2011

El Teletón

Me regalas las moscas que te sobren, ¿vale?

¿Te cae?

Te paraliza. La Máquina me ha vuelto una sombra borrosa, y eso sí lo he aprendido a repetir. ¿A quién salvamos? A los gatos arriba del árbol, en la imaginación. Heroicamente el mundo cambia, y protagonizamos nuestro teatro de las resistencias. Salte por acá, te vaya a mirar la policía. Pero el poder se burla de estas cosas. O duerme tranquilo con las vistas en los negocios. Eso existe: Los negocios, no los elefantes. Los elefantes acarrean negocios o no son. ¿Partimos hacia la isla del hedonismo, un poco tirados sobre la espalda? Abandonamos la tarea de pensar. Nos uniformamos. Te paraliza, el Nobel, dice Camilo José Cela, pero una semana, nada que un gigante como yo no pueda vencer con más pluma. Pluma y pluma y vendemos los ejemplares. Todo está jugando en el carrousel del mercado. No hay más. O empezamos a pensar en ello o nos comemos nuestro pastel de autoengaños complacientes: enarbolo la bandera de mi propia ficción, en la que soy un héroe, y me sacrificaría por ti ahora que estoy en esto de los actos grandiosos, ya sabes, la tradición de partirse el lomo por lo demás, pero no te preocupes, esto es así, no te preocupes, lleva el amor más allá de mí, el poeta eres tú. Mi vulgaridad no llega a tanto. Yo guácala en la realidad. Aún así, tiramos. El elemental se vuelve a dormir y dice: Mañana nos decapitarán, hoy quisiera dormir, no te preocupes más, como en "El Triciclo", de Fernando Arrabal. Odiamos profundamente, y aseguramos una pierna el día de Nuestro Pavo. ¿La vamos a rifar?

Híbrido, experimental, lúdico, dice Lauro Zavala en todas partes. ¿Pero a quién le alcanzan los poemas en prosa?

"Es un asunto muy personal..."