lunes, 19 de agosto de 2013

Salutación

Lo hermoso de escribir no sirviendo para nada: recolección del fragmento permanente sin salidas. No sin albur, hay que arrastrar un carrito (cromado) de supermercado hacia el centro del palacio para no olvidar que la elegancia es impostura que divide y valen más los chapoteos del elefante mal alimentado. Devociones en temblor de carne. Dejarse ir por una sinrazón febril, la única emoción del día. Dejarse ir aquí sentado. ¿Mi vida mejorará si compro un reloj de vaquita y un escritorio? Un reloj con las correas moteadas, como las reses, y un escritorio cualquiera, hasta vil, donde poner una lámpara y estampitas para no olvidarse de que trabajar cómodamente puede ser feliz, derretido, endemoniado y paridor. La tontería paralizante entrará de todas formas por cualquier otra parte, como las aspas del ventilador inexistente, por ejemplo. Horrible paseo mental por el regocijo del yo. No más.

lunes, 5 de agosto de 2013

Relaciones

Lo bueno de este blog es que incluye un proceso de transformación: el de mis creencias literarias. Ya valió ese elogio volátil de la locura como un dispensador de ternuras de vibración religiosa. Ahora sólo creo en los albures, el humor, la mala intención, la desgarrada pasión a lo Fernando Vallejo, la ceguera profunda insultante, y todo lo que no conozco. No sé. Lo único concreto es que el unicornio ha muerto, o viven en él arquitecturas por accidente, para repartirse entre los pobres. La verdadera ternura no se viste de conejo, y convive problemáticamente con la crueldad serena, morena, constante e invisible de tan ritual. El eje vertical es el desenfado: un mamut que pasta para no aburrirnos, aunque lo suyo sería caminar hasta Playa del Carmen con un bikini en la imaginación. Sólo contemplar. Y luego un simulacro de inseminación no artificial. El lento placer de la lectura evade el profesionalismo preocupante, a Dios gracias (la mayúscula es mía, ando generoso). Una amiga sin puente me comentaba una vez que un pretendiente le extendió siempre magníficos regalos. "Eso sí, es un espléndido". ¿Es eso lo espléndido? ¿Y el ombligo que babea? ¿Y la ceiba, vista solamente dos veces? Así no quiero ir a ningún lado.

Chipote

Es muy emocionante la tristeza, para mal. Quise, pero no puedo.

El caballero a lápiz

Es fácil idiotizarse con la idea de que se es un santo, un genio, un creador, un artista o, incluso, un ermitaño de humildad agitando un cetro de semillas de calabaza y saliva ya encanecida. Lo más sencillo. Lo difícil es ignorarse mientras se pare, no sin sonoridad. Lo difícil es denostar denostándose, reprender con furia sagrada y desde un bien delicado silencio. Cuerito en la sotana. Risa inventiva como un pene. Y perpetuo abandono de cuanto se hace; disolutos, gritones, contradictorios y musgosos. Del regocijo de escribir nacen monstruos. Hay que odiar magníficamente la estupidez, empezando por la propia. Un dinamitar constante y bien hervido. Mala vida hecha ritmo por gracia de la argolla sibilante: vaginas artesanales para reproducción industrial, desenfadada. Sólo quería pasear, no voy a ningún lado. Ya cuélguenme. La palabra abraza nuevas sílabas para encontrarse con su acento: pura travesura infantil. Nada de seriedad cerril, de castiza preocupación expansiva: solamente abandono con varios chistes que hablen de pechos y manchas de aceite, de hules salvadores por su fealdad sin temores. ¿Seducir? Ya sería decir mucho, pero dios así lo quiera.

Nuez

Me dan unas ganas inciertas de escribir: reírse para no decir nada. Qué pena. Perdón.