lunes, 1 de junio de 2009

La vuelta al día en ochenta mundos

A ese Cortázar, ya tan nuestro padre por tan viejo y revisado (Literatura iberoamericana 5.0: Plan de estudios: A 12 de tantos de Dos Mil Garra...), hizo sin embargo una lucha auténtica por despedazar, con convulsiones de toro blanco, a toda esa cultura libresca, autocomplaciente y engominada, que se cernía alrededor de él, en tanto que adalid de la nueva escritura en el continente, y de todo cuanto espíritus en angustia generan y las mentes tradicionalizadas de ciertas instituciones grandiosas se apresuran en devorar.

Su honestidad es harta. Su esfuerzo óptimo y en ocasiones resuelto en maravillosas puntadas de búsqueda y respuestas envidiables, donde una inteligencia de señor recorrido en vida y libros se pone a ladrar con la mejor de sus trompetas melancólicas.

Aumenta a tantos jovencillos estimulados que queremos andar por ahí escupiendo grandilocuencias espléndidas e inolvidables, y resolver, en ocasiones, la estupidez de un encuentro sexual, la dulzura de un beso ungido en mezcal, el temblor de cada día frente al delirio del sol, la redondez del entorno visible, y otros etcéteras sublimantes, en páginas de precisa amalgama que resulte luz o reflejo de una brillantez superior y compartida. Los aumenta.

Corrije con el amor de un maestro. Y se equivoca para demostrar que es vivo y se atrabanca, como un nerudiano frente a una mesa con un plato circular repleto de almejas.

Pero de veras hace y frasea en lo que es su arte (porque envidiaba a su señor el Rimbaud y a su señor Bird): El recorrido antisolemne del texto, el desdoblamiento poderoso, abarcante y respiratorio, de la prosa... bonita palabra castellana.

Prosa Rosa. Troza.

Sospecho que será bien difícil matarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario