miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cita

"Uno no viene a la vida / sino para notar / que detrás de cada lugar común / reposa una gran y profunda verdad."

lunes, 8 de noviembre de 2010

Claro...

...que nos elogiamos los unos a los otros, ¿pero qué otra cosa más honesta haríamos?, si bien se nota que tanta juventud se arrastra como los deseantes, infinitamente cansada de tantos discursos del dinero y el poder.

Yo no creo en el corazón-luz de las empresas, con el Sagrado Teletón a la cabeza y la bendición del Papa, que confía todavía en México y su dadivoso espíritu subyacente con todo y que el putazo es cabrón, y no hay bien para dónde.

Ellos tampoco.

Ellos pintan.
Los sangrones, pero con el corazón cerrado en un puño.
Elegantemente hablan desde el suelo.

Los que se arrastran parecen gritar: The groovie elegance. No queremos tu genocidio ni tu criminalización paramilitar.

Para militares, los de plástico. Lo demás es una mierda.
No nos ensuciaremos en su festín idiota que entrega el beso del prodigio al pico idiota del faisán.
Lorca duerme con nosotros, y violamos el último resquicio de su académica entereza un tanto seria. Haremos de Lorca una magnífica puta sin sentimientos de culpa. La puta de los colores, soberbia. En el amor no hay engaño. En el corazón abierto como un puño no hay violencia verdadera. Más que la de la estética indomable que lo quiere todo y se mete en el mundo empezando por la nariz.

Olisqueamos porque no queremos tu guerra paramilitar. Pediremos trabajo en tu marco empresarial y dibujaremos el plátano en el iris de nuestras amistades.
Todo se percibe: Cada uno a nuestro alrededor existe y anda con los pasos en la luz.
"Yo camino en la luz", dice el Güero, y cree que su palabra tiene los derechos del mundo. El verdadero Pontífice nos saluda a cada instante, mientras el Papa aterriza en Santiago de Compostela y se arrodilla ante la tumba ficticia (tanto como Batman) de Santiago Apóstol, que no existió y tampoco está encerrado en un palacete magníficamente medieval.

No queremos tus reliquias, sino el pato, la jarana y el beso.

La jarana del olvido. La jarana de la confusión. Elegantemente ambigüos, nos reímos antes de que acabe la honda música del rito, y no sabemos por qué. Pero sospecho que el suelo y los dibujos a color tienen que ver con esto.

Hagamos el erotismo en la cabeza de la rana horrenda en la contracarátula del Live Evil de Miles Davis. Hagamos el erotismo con un tanto de ligereza y un tanto de ritmo sobre la cabeza horrenda de la rana horrenda que temió Miles Davis.

Una negra se embaraza en el centro del África. Un negro grita en Nueva York: Déjame vivir, yo no quiero macanas sino mi música del glande paladeando su derecho a volar. ¿Has visto cómo hablan los ridículos hiperbólicos, los exquisitos hiperbólicos? Mi camisa es más púrpura que el cielo nocturno, y esta es toda mi política contra el poder y las cúpulas que heredamos de Europa -a Dios gracias. Una negra se embaraza en el centro del África y, por el ritmo elemental de la respiración, le crecen los senos. Le crece un guitarrista al centro. Un saxofón que cantará the terrific energy of soul.

La rana horrenda dicta las estrategias de guerra y devora sus almuerzos de petróleo.

¿Y tú qué vas a hacer a las puertas del banquete?

Ey

Sólo queremos valer. No es pedir demasiado. Pero si no queda claro, vamos a repetirlo una y otra vez. Digan que nos aman o mueran bajo la furia de los lanzallamas. Sólo queremos valer y esto la policía no lo favorece. Ni la bomba economía de la Machine Gun en manos de Mano Negra, ese grupo de las costas latinoamericanas. No lo favorece nadie. Ser tímido es una condena. Y creer en el mono de cristal lo es más. De una buena vez es necesario decirlo: Compañeros poetas, tomando en cuenta los últimos sucesos, se declara: El mono de cristal no existe; ríete de ti mismo y basta de tanto: ay, ay, ay, mi endecasílabo es magnífico, ay, ay. La lengua ya se murió. ¿Para qué resucitarla? Machaquemos los huesos y hagamos una sopa. La sopa es más real que el mono de cristal. Sólo queremos valer con la elegancia de una sopa que alimenta a los unos y a los otros. Sólo queremos valer, que el mundo sepa que en nuestros dedos cabe la piel, que el amor es el amor es el amor es el amor, que el mango existe, el durazno existe, la música existe y el dios de Zaratustra se va bailando un fox-trot anacrónicamente y pésimamente mal. Sólo los glotones existen. Primero está la gula, la vulgaridad, la estupidez, el odio, la equivocación. Santa Fractura de todos los Aires. Santa Llaga de Nuestro Corazón Esperanzado. Y al final, en un baúl, yace famélico el mono de cristal. En esta época en que los baúles no se utilizan. La hermandad se cuenta con los dedos. Sólo queremos valer, a pesar de la brutalidad y la desazón. Ahora que hemos nacido...

Detrás de la máscara, la máscara real donde pintó el cangrejo sus tenazas

Todo es significativo. Yo no entiendo demasiado de lo que sucede, pero asumo que cada manifestación es reveladora, por equívoca o modesta o mínima o abiertamente estúpida que sea. ¿Quién de nosotros es el verdadero Inteligente? Que se muera. Cada uno celebra su estupidez ofrendándola a la hoguera de la Gran Estupidez en que nos bebemos, nos reímos, nos fracturamos, nos enamoramos con un dedo en la llaga y la música de las magníficas estridencias extraviada en algún otro lado. Si no existe lo perfecto, ¿a qué esperarlo? ¿A qué buscar su resonante revelación que habrá de terminar con el vaivén y el equívoco, permitiendo que finalmente inicie el Baile y la Armonía verdadera nos envuelva y vuelva célebres y luminosos casi casi de pronto? No es indispensable la exposición para que ocurra el milagro. No es indispensable el canon. No es indispensable la formalidad. Todo está sucediendo magníficamente en cada ocasión. Todo es significativo, y nos contiene o no existe, y lo contenemos o no existimos. Es cierto que la literatura expresa al hombre, ¿pero por qué no empezaron los autores por ponerse de acuerdo? El que reduce la gran manifestación de simultaneidades, divergencias, apetitos, violencias, reacciones, invenciones, reiteraciones, colapsos y lujurias que es el mundo de los libros, a una unívoca expresión de sentido, donde El-Alma-Humana, la-Historia, o algo por el estilo es la plataforma de origen y resultante definitiva, a un propósito universal, miente flagrantemente como quien no distingue una locomotora de un anillo de un mapa de un país real con sus edificios, abandonos, vicios, prostituciones y glorias reiteradamente celebradas cada año desde el palco correspondiente. Y, quizás peor aún, no alcanza a percibir las correspondencias que indudablemente unen a las locomotoras con los anillos, con los países, con los mapas, con las prostituciones. El Uno en la Divergencia. La Totalidad es Totalidad no por semejanza, sino por confusión.
Así, todo se vuelve significativo.

¿Para qué obedecer, entonces, si el escupitajo y el motor son la misma civilización desesperada intentando completar la boca del oxígeno?

Pablo de Rokha era un tipo gruñón. Su griterío no pidió permiso a las señoritas de la Oficina. Él dijo: Éste es mi pene y por vosotros es partido. Haced o no haced esto en memoria de mí: Haced lo que queráis, pero en verdad, que os va la vida en ello, y lo demás es mierda; y sin embargo, no olviden la ternura, de hoy en adelante que han elegido para todo la música de la violencia como pulso vital.

La ternura, y solamente la ternura, por sobre el color y la espontaneidad, y no solamente lo dijo el Cristo, que importa aunque no sea cierto, por sobre la cinematografía y la invasión empresarial que te asegura tu futuro, jovencito (experimenta la sensación de los ganadores, conoce al mundo emprendedor, vive plenamente, mastercardmente, que el mundo cabe en la libreta de cuentas de la palma de tu mano), por sobre el ingenio y la genialidad, os hará libres, no quepa duda.

Sin maíz no hay país.

Era muy obvio que el camino era el abrazo. Pero no todo lo significativo es importante.

Le agradezco amablemente, mi hombre blanco. Dios bendiga su muy hermosa Europa. Acá también cantamos las rancheras. Y ahora sí, ¿qué haremos?

Invertir. Invertir. Invertir. En bancos de amor. Perdón, quise decir: En Bancos de Amor. Quise decir: EN BANCOS DE AMOR.

BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.
BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.
BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.
BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.
BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.
BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.
BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.

Blancos de Amor desde hoy y para siempre.


Todo es significativo. Y sin embargo tiremos la pasta de dientes y salvemos el tritón.

No entiendo nada

Y sin embargo sigue siendo una delicia esta estrategia de la elegancia y la distribución. Quizás lo único elástico de nuestro mundo es la escritura. La manera más barata de invocar al hipopótamo sin problemas de derechos, pagos, traslados, amaestramientos, decoraciones, rodajes, etcétera. El cine es el magnífico exceso en que incurre la literatura, una vez inmiscuida la feria de los dólares en el proceso de contacto entre el hombre y su imaginación. El cine es un magnífico arte vinculatorio. Como en esa escena de "Fando y Lis" (1968), de Alejandro Jodorowsky, en que aparecen hombres y mujeres cubiertos de barro en una agonía permanente que confunde a Lis y la perturba. ¡Qué entretenimiento convocar a tantas presencias a sacudirse en frente de la cámara! La difícil obligación de convivir con los otros y dirigirlos en un ambicioso apetito que desea lo corpóreo, lo tembloroso, lo físico, lo carnal en movimiento para que la estética exhiba sus capacidades de detonador enemigo de la utilidad, el ahorro, el cálculo parco y la evidencia utilitaria. El cine es obsoleto. Hasta que se vuelve lucrativo, recaudador, millonario, con lo que, de paso, deja de ser cine.
Pero la literatura estuvo antes montada en el hipogrifo con la cabeza hueca no por pereza sino por captación de las ondas y resonancias infinitas del mundo. Hace falta tan sólo quedarse en silencio para iluminarse,sin disciplina. Quizás la luz aún habita el mundo, y quien tiene ojos para ver, que baile.
Hallemos nuestro lugar en el planeta.
¿Cómo?
Muy sencillo: ¿Me da permiso, señora? Traigo el taladro magnífico que habrá de destruir, finalmente, los cimientos, entre otras violaciones al equilibrio y la elegancia, de la perdurable Iglesia Católica. ¿No sabe dónde hay un contacto? ¿Corriente?
¿Dónde hay corriente?

Quizás es indispensable intentar vivir en el impulso, el desliz, la carcajada y la sinrazón. En el propósito más volátil de la improvisación intuitiva que elige la última nariz del demonio de Joan Miró en el último momento del arrebato espiritual. ¿O a qué pasarse meses y años con una nariz, mientras la marmota sigue girando, el tlacoache escapa temeroso y las flores van y vienen en una feria de vida y muerte que sigue siendo inexplicable y magnífica con su explotar de bulbos y membranas? Quizás sea indispensable reincidir en la matemática lujuriosa del equívoco y la confusión, sin conclusiones evidentes o con el tapete un tanto movido a la izquierda, de manera que el David no vuelva a tener el tronco sobre las piernas, sino quizás repose su solemne y egregio mármol sobre un carrito de Hot dogs (con mayúscula) de la Alameda Central, en su inverosímil precio de 3x15, como que ya no es posible toda esa elegante genialidad cultivada por Miguel Ángel.
Felizmente posmodernos. El teponaxtle en la cabeza de Jehová, pensando cómo finalmente inventar la música. Entrecruzamientos. La baratija de la literatura vuelve a relucir en esto. La lujuriosa matemática del equívoco que no arroja ningún resultado ni se vuelve útil, ni siquiera, para tomar con precisión una fotografía, o cantar una idealidad ya extinta y exhibiéndose en miles de aparadores vacíos pero muy bien adornados, a los que todavía llamamos versos: "Tu cuerpo más blanco que la blancura... Otra vez el viento nos aclama... Nada es como antes... Oh magnífico silencio que expresas todo lo que ignoro... Tu cuerpo es como el
primer
día del mundo...", y sus etcéteras. Con todo y que el ái-no-mames vive y se conserva para contarla, ¿o no ves que en tu colonia, además de las hélades y los riscos áureos, las cornucopias y las arpas eólicas, existen las coladeras, los mendigos, los ancianos que todavía tienen que trabajar, la mugre de las uñas por decir lo menos?
Que el David, de Miguel Ángel, se fume un carrujo. Con la matemática de la lujuria compondremos, ingenieros sublimes, un automóvil que nos lleve a las lagunas de Chacahua. Pero pediremos dinero prestado para pagar el autobus, mientras al lado del mismo y con una correa corre nuestro invento desesperado y luminoso.
No haremos nada y el resultado será detonante. Inlocalizable.

No dominamos una pinche madre.
Queremos el orden, pero el Señor Empresarial se ríe de nosotros. Le pediremos trabajo y nos lo ofrecerá, oblicuamente convencido de que la inteligencia en algo beneficia los números de su compañía. La modesta inteligencia de la baratija de la literatura. La modesta inteligencia con el hipogrifo envuelto en llamas.

Al final, un caracol, una flauta grave, un beso real. Toda la serie de increíbles cuerpos derretidos de tan hermosos cuya presencia es escasa o nulamente rentable.

Me voy poniendo la corbata.

jueves, 10 de junio de 2010

Reseña musical

Todos esos marcos y citas y sistemas están muy bien, pero ¿qué con los cuatrocientos conejos de la embriaguez (Gustavo Sainz), con las chingo mil otras formas de pararse arriba de una guayaba, como Os mutantes,

con
los
cinco
mil
sentidos

que perdimos al nacer?

Ya lo dijo, de la putrefacción a la ilusión, el panalero con flauta en su falo de Gonzalo Rojas:

"Somos otro sol".


¿Y entonces qué haces ahí parado, esperando la autorización para poder entrar a las oficinas donde han de explicarte el espectáculo del mundo?

¿Cuándo has visto a un mendigo trabajar?

Y Jodorowsky no está invitado, por supuesto, a la boda.

Que mueran las Embajadas y el derecho internacional.
Que viva Pablo Neruda con su cara de respiración. Ciudadano del mundo, ¿o qué? De nuevo el otro sol en la sala de espera solicitando la autorización.

Que Sam Lowry le muerda los senos a la legumbre.

Somos otro sol acariciando el cosmos en las figuritas del mantel.

¡Texturízala!
¡Ah caray con el Rex de las texturas, aquel barquito que cimbró al pueblo en la película de anécdotas, Amarcord, de don Federico Fellini con Tulum en la cabeza!



Con el versito mutante no tendríamos suficiente, pero vendría bastante.
Dale de comer a tu gorrión, el de la planta carnívora en la frente del pecho.

Brindis por la playa en el cielo.

Todas las hamacas son portátiles.

domingo, 30 de mayo de 2010

El Palacio de las blanquísimas mofetas

"Si pudieras ser siempre una hormiga."
Si
pudieras
ser siempre
una hormiga.
Si pudieras ser siempre una hormiga.
Hormiga.
Hormiga.
Hormiga.
Hormiga.
Si
pudieras
ser
siempre
una hormiga.

SI PUDIERAS SER SIEMPRE UNA HORMIGA.

¿Qué?

Todo hay que imaginarlo.


Y Fortunato cuelga de un árbol.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Cómo llegamos hasta aquí?

Un todo de sangre en la cresta del mundo. Vivir para aprender a morir con la música entre los dientes y la cresta violinista del mundo donde aromamos el lenguaje y aprendemos del beso absoluto que nos descoyunta y nos sacude para siempre. Vivir magníficamente con la sangre debajo de la piel en los agujeros, las grietas calientes del mundo que nos van comiendo deliciosamente cada día, y luego nada, nada lentamente, hasta irse yendo hacia ninguna parte donde duermen los muertos.

sábado, 20 de febrero de 2010

Declaratoria

Yo sólo quiero úlceras y mermeladas para las escrituras de la tierra.

Los verbos sin llagas me la pelan.

Ruido de vida.
Mi río me ruge en el estómago.

Corazones solares que vomiten.

Millones de soles que empapan.

Semen y vulvas navegantes para el uni/verso.

Oy nomás, y échale k-paz

Parece una verdad sencilla decir que escribir no es un exquisito problema sencillo: es tan sólo, a secas, un exquisito problema. Pero nada de facilidades. Que la genialidad no es un asunto simple que se despacha y queda hecho, por imitación, por la necesidad de ser especial, magnífica, ininterrumpidamente listo, es, eso sí, fácilmente visto. La genialidad es un achaque que dura toda la vida hasta el inicio de la muerte, que la sofoca. Y mientras dura tiene la capacidad de sólo desaparecer o sólo decirle sus verdades al siglo, con la violencia de un adolescente, o sólo caminar como una plenitud, como quien siente —cabeza de flamboyán— la vida absoluta, dentada, furiosa, enteramente atravesándolo; la vida verde, tan mística como el cerebro del universo, mordiendo, defecando, fecundando adentro suyo, inundándolo como el sangrado coagulante, constante, detonante que toda vida verdadera, respirante es.

Pero entonces, pese a todo (y éste debe ser un inmenso sin-em-bar-go:) si tan ruidoso problema yace tan cercano a los arbustos, a los músicos, a los chimuelos danzantes, ¿por qué no todos nosotros, honesta, limpia, brutalmente, pudiéramos ser del todo geniales? ¿O serás tú, usted, quien defienda la idea de separar a los hombres del mar, del cielo, de la oportunidad de bailar sobre sus pulmones o callarse con la mejor de las sabidurías a punto de ser y ponerse a tocar? ¿Quién sugiere que se niegue a la vida la oportunidad de desnudarse chapados al sexo, de sudar con apetitos lunares y una cebolla en el bolsillo? ¿Quién es incapaz de mirar en una prostituta a una mujer, en una personita a una canción, en los dientes salidos de la gente la matraca de la vida, del planeta y de las vidas?
Yo otorgo a todos, en estas palabras de mi atrevimiento de desorden, el derecho a la genialidad.
El que no quiera comerse un delfín, y prefiera cuidar la recepción de la antena de su casa, que aquí pare —se le pegue la lengua al paladar, y estrelle a sus hijos contra la roca.
Que pare y desaparezca, por no querer parir.
Todo lo demás es estallido.

Pero eso sí: quien no persigue ser equidistante a todos los puntos del universo: centro y lirio, incendio y voz de todos los profetas; circunferencia y accidente y calabaza y nada, y bello aire al mismo tiempo, atolondrado espadachín emocional, sin espada y puro esparadrapo ridiculizante, o pura boca con liendres, envuelta en gitanos y tamales, miedo y palabras brutas como estalactita, y se pregunte cada día de cien millones de maneras distintas quién es dios, no merece arrojarse al pasional intento de atreverse a escribir.