lunes, 5 de agosto de 2013

Relaciones

Lo bueno de este blog es que incluye un proceso de transformación: el de mis creencias literarias. Ya valió ese elogio volátil de la locura como un dispensador de ternuras de vibración religiosa. Ahora sólo creo en los albures, el humor, la mala intención, la desgarrada pasión a lo Fernando Vallejo, la ceguera profunda insultante, y todo lo que no conozco. No sé. Lo único concreto es que el unicornio ha muerto, o viven en él arquitecturas por accidente, para repartirse entre los pobres. La verdadera ternura no se viste de conejo, y convive problemáticamente con la crueldad serena, morena, constante e invisible de tan ritual. El eje vertical es el desenfado: un mamut que pasta para no aburrirnos, aunque lo suyo sería caminar hasta Playa del Carmen con un bikini en la imaginación. Sólo contemplar. Y luego un simulacro de inseminación no artificial. El lento placer de la lectura evade el profesionalismo preocupante, a Dios gracias (la mayúscula es mía, ando generoso). Una amiga sin puente me comentaba una vez que un pretendiente le extendió siempre magníficos regalos. "Eso sí, es un espléndido". ¿Es eso lo espléndido? ¿Y el ombligo que babea? ¿Y la ceiba, vista solamente dos veces? Así no quiero ir a ningún lado.

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