lunes, 8 de noviembre de 2010

Detrás de la máscara, la máscara real donde pintó el cangrejo sus tenazas

Todo es significativo. Yo no entiendo demasiado de lo que sucede, pero asumo que cada manifestación es reveladora, por equívoca o modesta o mínima o abiertamente estúpida que sea. ¿Quién de nosotros es el verdadero Inteligente? Que se muera. Cada uno celebra su estupidez ofrendándola a la hoguera de la Gran Estupidez en que nos bebemos, nos reímos, nos fracturamos, nos enamoramos con un dedo en la llaga y la música de las magníficas estridencias extraviada en algún otro lado. Si no existe lo perfecto, ¿a qué esperarlo? ¿A qué buscar su resonante revelación que habrá de terminar con el vaivén y el equívoco, permitiendo que finalmente inicie el Baile y la Armonía verdadera nos envuelva y vuelva célebres y luminosos casi casi de pronto? No es indispensable la exposición para que ocurra el milagro. No es indispensable el canon. No es indispensable la formalidad. Todo está sucediendo magníficamente en cada ocasión. Todo es significativo, y nos contiene o no existe, y lo contenemos o no existimos. Es cierto que la literatura expresa al hombre, ¿pero por qué no empezaron los autores por ponerse de acuerdo? El que reduce la gran manifestación de simultaneidades, divergencias, apetitos, violencias, reacciones, invenciones, reiteraciones, colapsos y lujurias que es el mundo de los libros, a una unívoca expresión de sentido, donde El-Alma-Humana, la-Historia, o algo por el estilo es la plataforma de origen y resultante definitiva, a un propósito universal, miente flagrantemente como quien no distingue una locomotora de un anillo de un mapa de un país real con sus edificios, abandonos, vicios, prostituciones y glorias reiteradamente celebradas cada año desde el palco correspondiente. Y, quizás peor aún, no alcanza a percibir las correspondencias que indudablemente unen a las locomotoras con los anillos, con los países, con los mapas, con las prostituciones. El Uno en la Divergencia. La Totalidad es Totalidad no por semejanza, sino por confusión.
Así, todo se vuelve significativo.

¿Para qué obedecer, entonces, si el escupitajo y el motor son la misma civilización desesperada intentando completar la boca del oxígeno?

Pablo de Rokha era un tipo gruñón. Su griterío no pidió permiso a las señoritas de la Oficina. Él dijo: Éste es mi pene y por vosotros es partido. Haced o no haced esto en memoria de mí: Haced lo que queráis, pero en verdad, que os va la vida en ello, y lo demás es mierda; y sin embargo, no olviden la ternura, de hoy en adelante que han elegido para todo la música de la violencia como pulso vital.

La ternura, y solamente la ternura, por sobre el color y la espontaneidad, y no solamente lo dijo el Cristo, que importa aunque no sea cierto, por sobre la cinematografía y la invasión empresarial que te asegura tu futuro, jovencito (experimenta la sensación de los ganadores, conoce al mundo emprendedor, vive plenamente, mastercardmente, que el mundo cabe en la libreta de cuentas de la palma de tu mano), por sobre el ingenio y la genialidad, os hará libres, no quepa duda.

Sin maíz no hay país.

Era muy obvio que el camino era el abrazo. Pero no todo lo significativo es importante.

Le agradezco amablemente, mi hombre blanco. Dios bendiga su muy hermosa Europa. Acá también cantamos las rancheras. Y ahora sí, ¿qué haremos?

Invertir. Invertir. Invertir. En bancos de amor. Perdón, quise decir: En Bancos de Amor. Quise decir: EN BANCOS DE AMOR.

BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.
BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.
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BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR. BANCOS DE AMOR.

Blancos de Amor desde hoy y para siempre.


Todo es significativo. Y sin embargo tiremos la pasta de dientes y salvemos el tritón.

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